martes, 21 de junio de 2016

La herencia de Eszter, una fina y triste arqueología


Gran figura de la literatura centroeuropea y muy en especial de la húngara, Sándor Márai fue un narrador muy prolijo de ficciones que recordaban siempre la decadencia de la burguesía de su país y remontándose más lejos, el mundo de los fantasmas del imperio austrohúngaro. Vimos aquí convertida en teatro su novela La mujer justa y llega ahora La herencia de Eszter, según versión de María de las Mercedes Hernando y con puesta de Oscar Barney Fynn. El espectáculo -de saludables 80 minutos- debe ser visto como un delicado trabajo de arqueología escénica donde resucitan las imágenes, los tonos y los tiempos de aquellos Chejov que habitaron varias veces el escenario del San Martín. Lo formal -decisivo en este caso- recala en esas aguas y la acción hasta transcurre en un jardín similar al que poseía Andreievna en la última obra magna del escritor ruso. Allí terminan los paralelos porque el melodrama de Márai es menos ambicioso como contenido y más próximo a un folletín de la época de oro de ese género. Eszster vive con dolor los años del crepúsculo de su vida añorando un amor que no se atrevió a vivir. Tal vez por eso, cuando aquél hombre -Lajos- regresa veinte años después con toda su carga de especulación y cinismo a quedarse con su casa, decide dejarlo actuar con la misma falta de escrúpulos de ayer: fatalismo y culpa la mueven. Con parlamentos necesariamente explicativos y clima muy siglo XIX, el director (un experto en este tipo de material) cuida la atmósfera con una minucia que se añora un poco en el tejido de los vínculos. La pareja protagónica, Thelma Biral y Víctor Laplace, pone todo su oficio tan generoso y saca a flote el conflicto aunque no siempre hace germinar emociones genuinas. En la misma tesitura se mueven con verdadera solvencia interpretativa Edgardo Moreira, Susana Lanteri (gran placer volver a verla en el teatro), Luis Campos y María Viau. Escenografía y vestuario, impecables, lo mismo que luces y música. En La Comedia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario